
Súbitamente el guerrero recordó. Recordó por qué luchaba. Recordó quién lo había hecho despertar de su milenario letargo. Recordó la sombra que le guió. Recordó su función en aquella historia. Se lanzó con más ganas que nunca a la carga con su hoja por delante, dispuesto a acabar con su enemigo de una vez por todas. Pero como era muy tarde, tuve que poner pausa e irme a cenar, así que el guerrero se quedó con las ganas de ver sangre.
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